Las puertas cerradas del aislamiento social, preventivo y obligatorio


Edificios con filtro de luz amarilla


«Lo importante no era sobrevivir, sino cómo» 
Cristina Peri Rossi


Hoy es el día treinta y siete de aislamiento social, preventivo y obligatorio. Tomé una ducha esperando sentirme mejor, viéndome mejor. Funcionó. Le sumé una taza de té con galletas que un alma bondadosa me obsequió. Salvé la tarde.

No quiero llorar, tampoco pienso arrasar con todos los exámenes de la universidad gracias al tener un mes estudiando el mismo material. Son semanas extrañas, ¿puede empeorar? Yo siempre he sabido que todo siempre puede empeorar, pero no lo digo en voz alta; lo pienso, lo digo bajito.

Estar en casa lo he disfrutado, aunque pasó de ser un descanso a convertirse en un insostenible estado mental que crece con cada decisión tomada por los que tienen poder (gobierno y empresarios), las noticias, los familiares y las cuentas por pagar. Me afecta de una manera particular, como a cada uno. Esto no se reduce a no poder salir. No poder generar ingresos es lo que me asfixia.

A mi hermano en España lo echaron de su empleo por no tener antigüedad en medio de esta crisis. Hice una búsqueda por Internet para encontrar la manera de ayudarlo y me topé con una organización que pudo llevarle algunos alimentos. Luego, la misma organización me ayudó con insumos porque ya los ahorros no me daban para el arriendo, servicios, impuestos y mi propia alimentación. Nunca había llorado con un barbijo en la cara, pero me gustó la sensación de serenidad que apaciguó mi vergüenza.

Aquí en Argentina, el gobierno nacional destinó un abanico de ayudas económicas para los que están en situación de riesgo: Cono urbano, jubilados, pensionados, monotributistas, trabajadores informales, embarazas y padres sin empleo con hijos menores de edad. Lo más resaltante fue el Ingreso Familiar de Emergencia aplicable a nacionales y extranjeros con «residencia legal en el país no inferior a dos años».

Quedaron fuera de toda prerrogativa quienes arduamente están adaptándose a una nueva sociedad golpeados, además, por la situación acontecida. Estas personas recién llegadas al país cargan con serias trabas jurídicas, laborales, económicas y sociales derivadas del estatus migratorio preexistente, paradójicamente, constituyen un grupo en situación de vulnerabilidad mayor a quienes se encuentran establecidos.

Miles de migrantes viven la exclusión de toda política pública en el marco de la emergencia sanitaria que les permita saciar el hambre o cumplir con las cargas económicas que se mantienen infranqueables.

La situación es derivada del invisibilizar a quienes poseen una clara desventaja, tomando en cuenta que las obligaciones persisten para este grupo con o sin asistencia económica, salarios o residencia permanente. El Estado no distingue a quien le envía boletas de cobro, pero lo tiene muy claro cuando se trata de otorgar beneficios.

Hoy empiezo a sentirme fuera de lugar con cada discurso gubernamental donde hablen sobre ciudadanos, porque no lo somos, nunca lo fuimos. Tal como en 1871, los migrantes en época de crisis son vistos como un sector que presta servicios a la comunidad pagando con dinero y sacrificio la aventura del ascenso.

Sigue la precarización humanitaria cuando desempolvan el nacionalismo bajo un marco de normativas que solo refuerzan las injusticas y abren espacios a la xenofobia latente.

La mayor parte del tiempo quienes cuentan con pocos años de radicados son vulnerables económicamente. Solo a través de redes de apoyo entre migrantes han podido acceder a ropa y alimentos en medio de esta pandemia sumada ahora al invierno que está por venir.

Pero no ha sido suficiente, la escaza iniciativa de las mismas colectividades junto a la poca representación frente a los mandatarios, hacen que alcanzar la ayuda sea un juego de azar cuesta arriba en el que todos compiten y tienen prioridad familias con adultos mayores o niños.

Tan evidente es la falta de asistencia que La Organización Internacional para las Migraciones se tomó la tarea de «recordar» a los gobiernos que los migrantes deben ser tratadas como ciudadanos, aunque tres semanas de cuarentena bastan para darse cuenta que no son reconocidos como sujetos de derecho o al menos como iguales entre los miembros de la comunidad.

Leyendo en un diario digital una publicación sobre la campaña de cooperación para la comunidad de senegaleses en la ciudad de La Plata, encontré nueve de catorce comentarios donde los locales tuvieron el ánimo de distanciarse para «recordar sus antecedentes patricios» citando al historiador Luis Alberto Romero, como emplazando al migrante a saldar una cuenta infinita que debe cumplir callado mientras se devuelve al lugar del cual salió.

Sé que las consecuencias serán descomunales cuando los estragos de esta población ya vulnerable comiencen a reflejarse en países donde las remesas son necesarias. Familias en República Dominicana, Colombia, Venezuela, Brasil, Perú, Bolivia y Senegal, por nombrar algunos, sobreviven debido a las ganancias que les envían sus familiares.

Ahora al verse afectados por despidos, sueldos a medias y sin ninguna protección por parte de los gobiernos de acogida, además, de la escaza asistencia canalizada por las organizaciones internacionales harán que todo caiga en picada. De este modo, más personas quedarán sin alimentación, sin techos, sin acceso a la salud, ni oportunidades de mejorar su calidad de vida.

El migrante lleva consigo una pérdida intrínseca que en ocasiones se traduce en el desamparo del Estado anterior, por ello no basta el derecho a pisar otra tierra si las garantías para el progreso se ven truncadas por tecnicismos, ni basta llenar informes o fundar instituciones si no se aplica lo pactado.

El padecimiento de un sector marginado refleja la falta de acción por parte no solo de los gobiernos sino de los diversos actores que tienen el poder para incidir y resolver cuestiones básicas sobre la realidad de los habitantes.

Los flujos migratorios del siglo pasado permitieron el avance de sociedades sentando en su momento las bases de iniciativas que aun en la actualidad carecen de un abordaje integral.

Es necesaria la cooperación, pero también el seguimiento de eventos que vislumbren las erróneas decisiones para no repetirlas. Son verdades universales que no se agotan con el paso de los años. Generar cambios es el desafío al que deben apuntar todos para darles respuestas a un sector de la población que sigue siendo marginado.


Bibliografía
·         Dirección Nacional de Atención a Grupos en Situación de Vulnerabilidad(2011). Grupos en situación de vulnerabilidad y derechos humanos. Argentina. 1ª edición.
·         Marino, Carlos (Ed.). (2020)0221. Sin trabajo, los senegaleses de La Plata necesitan una mano para pasar la cuarentena. Recuperado de https://www.0221.com.ar/nota/2020-4-14-11-33-0-sin-trabajo-los-senegaleses-de-la-plata-necesitan-una-mano-para-pasar-la-cuarentena
·         Puchol, Fernando (Trad). (2015). Migración, derechos humanos y gobernanza. Unión Interparlamentaria.
·         Romero, Luis Alberto. (2017). Breve historia contemporánea de la Argentina. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 4a edición.
·         (2020) La OIM anuncia ampliación del Plan de Respuesta para la COVID-19 por un monto de 499 millones de dólares que se usarán para enfrentar las graves consecuencias socioeconómicas de la pandemia. OIM. Recuperado de https://www.iom.int/es/news/la-oim-anuncia-ampliacion-del-plan-de-respuesta-para-la-covid-19-por-un-monto-de-499-millones
·         (2020) Tramitar el ingreso familiar de emergenciaArgentina.gob.ar. Recuperado de https://www.argentina.gob.ar/tramitar-el-ingreso-familiar-de-emergencia

2 Comentarios

  1. Hola Roislen, leí tus artículos y me parece que retratan muy bien la realidad de una parte de los migrantes, en especial los venezolanos, que no tienen redes de contención para esta coyuntura, y me pregunto si sabes cómo se puede ayudar aunque sea un poco. Aunque mi situación no es la mejor en Buenos Aires creo que puedo echar una mano en algo. Alguna idea de contactos fiables para ayudar a los venezolanos? saludos, David

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  2. Hola, David. Están tomando fuerza diversas redes de apoyo. Cada una trabaja a su manera, por lo que no están coordinadas. Está el grupo religioso Miresbuenosaires. Puedes encontrar Asovenbaires que son más estructurados, manejan estadísticas y brindan apoyo psicológico. También están los grupos organizados por ciudadanos y emprendedores como Unamanoenargentina o Ayudanosayudarba. Los consigues en redes sociales exactamente con los nombres que escribí.

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